La pareja es una fuente de intimidad, contacto y proximidad. Es el/la compañero/a en el que confiar y poder expresarnos libremente, desde la aceptación, el amor y el respeto. Sin embargo, ¿Cuántas veces no es así?


Una de las principales razones por las que las relaciones íntimas, tienen tanto poder en nuestro bienestar emocional, nos desestabilizan o nos conmueven, es porque en ellas existe más posibilidad de despertar “nuestras heridas”.


La pareja es la persona puede destapar con más intensidad, nuestros miedos, nuestras inseguridades ante la posibilidad de ser “abandonados” o “rechazados”. Es la persona que puede dar con más facilidad en la “llaga”, cuando nuestro aprendizaje respecto al amor, la aceptación propia y del otro, el dar y recibir, no ha sido adecuado o suficiente. Pero a la vez es también con quién podemos reaprender y sanar nuestras viejas heridas, con quién podemos abrirnos y reencontrarnos. Una gran oportunidad de autoconocimiento y crecimiento personal.


Todo aquello que hemos vivido, visto o percibido de pequeños, nos determina en nuestra capacidad para confiar, para abrirnos o para relajarnos con el otro/a, para poner límites o reafirmarnos, desde el respeto y amor.


Estos aprendizajes condicionan nuestras reacciones, y nos hacen responder con automatismos basados en el miedo: como son el bloqueo, el ataque o la huida. Nos bloqueamos, atacamos o huimos para no sentir nuestra vulnerabilidad, para no conectar con nuestras dificultades y abrirnos a la posibilidad de ser juzgados o dañados. Es un mecanismo de protección en definitiva, que nos ha resultado útil en algún momento determinado y que seguimos acarreando con nosotros.


¿Cómo son los conflictos cuando nos relacionamos desde nuestras “corazas”?


A menudo en nuestra comunicación y especialmente en momentos de conflicto, la lucha de egos, hace que perdamos nuestro objetivo principal que es el de “estar bien con el otro/a” o “llegar a un acuerdo común”. Y entramos en una “batalla” para “tener la razón”, “adoctrinar al otro/a”, “conseguir que cambie de opinión” o “que nos entienda a toda costa”.


Muchas son las corazas que ponemos, cuando sentimos peligrar nuestra autoestima, nuestra seguridad o nuestra “dignidad”. De manera muy instintiva hemos aprendido a protegernos, a desconfiar y a menudo, buscamos en el otro/a, la vía de solución o de descarga de nuestras dificultades, frustraciones o miedos.


El primer paso empieza por trabajar en uno mismo. En asumir la responsabilidad ante las dificultades propias, en reconocer los miedos, las corazas y las barreras que ponemos ante el otro/a.  En nuestro modo de comunicarnos, mostrar afecto, pedir perdón, ofrecer y/o pedir ayuda, expresar nuestro malestar o nuestras críticas, recibirlas, escuchar y/o negociar, entre otras.


Tomar conciencia de nuestras necesidades individuales y de la relación, entender las distintas áreas que la afectan a la misma y mejorar la comunicación, es de vital importancia. 




Raquel Ballesteros T. (+34) 669 472 859 raquel@raquelballesteros.com



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