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Las preocupaciones ¡No dejes que te bloqueen!

istock_000000195281xsmall¡Soy un desastre!, ¡Debí haber actuado de otro modo!, ¡Me saldrá mal!, ¡No seré capaz!, ¡Es injusto!, ¡Son unos desgraciados! 

¿Cuántos de nosotros no hemos tenido en algún momento pensamientos de estas características? Como humanos, es totalmente incontrolable que puedan aparecer estos pensamientos, especialmente si nos enfrentamos en el día a día a situaciones nuevas o difíciles, que nos demanden nuevos aprendizajes y nos inviten a superarnos.

El hecho de que estos pensamientos aparezcan no es un problema, sin embargo, cuando éstos nos bloquean y nos impiden acercarnos a nuestros objetivos, podemos decir que se trata de preocupaciones improductivas.

¿Cómo distinguir la preocupación del pensamiento útil o productivo?

La preocupación y el pensamiento productivo, son dos cosas totalmente distintas.

La preocupación nos hace sufrir y no tiene ninguna utilidad. Sin embargo, el pensamiento productivo está destinado a resolver y a buscar soluciones, con el fin de lograr superar una situación determinada.

Pero, ¿cómo saber cuando un pensamiento es improductivo y no me llevará a nada positivo?. A continuación presento las tres situaciones más comunes, en las que frecuentemente nos preocupamos sin ninguna utilidad:

  1. -Cuando recordamos y repasamos mentalmente y de manera obsesiva, situaciones del pasado.    Situaciones que ya no podemos cambiar.
  2. -Cuando nos quejamos mentalmente de nuestra conducta (la autocrítica) o de la conducta de    otros.
  3. -Cuando sufrimos por hechos que pueden suceder en el futuro.

¿Y si preocuparse no es muy útil, porque continuamos haciéndolo?

Cuando nos preocupamos de manera obsesiva, tenemos mucha menos probabilidad de actuar y resolver la situación, pero en contrapartida también tenemos menos riesgo de equivocarnos y enfrentarnos al fracaso. Y es que dejar de preocuparnos implica tener que aceptar nuestro malestar (miedos, vergüenzas..) y ponernos en acción. Y esto generalmente nos resulta difícil.

Entonces, ¿cómo hacer para que estas preocupaciones no me atormenten?

El objetivo no es dejar de preocuparte, porque estos pensamientos van a aparecer en tu cabeza de manera involuntaria.

El objetivo está en definir mis metas y acercarme a ellas, aceptando el malestar y las preocupaciones como parte del proceso.

¿Por dónde empezar?

En primer lugar, es importante entender cómo funcionan las preocupaciones y el porqué están presentes en nuestro día a día.

Las preocupaciones son “señales de alerta” que aparecen en nuestra mente, para advertirnos de “posibles peligros”, o de “situaciones negativas o que nos incomodan” . Sin embargo, a menudo estos peligros o situaciones son exagerados o magnificados.

Es importante entonces, atender sólo a aquella parte de la preocupación que nos interese y que nos resulte de utilidad. Con el fin de poner medios para prevenir, resolver y/o actuar, en la medida de lo posible.

Para ello podemos preguntarnos:

  1. ¿Qué es lo que realmente me preocupa? ¿Porqué me preocupa?
  2.  ¿Puedo hacer algo para resolver lo que me preocupa?

A menudo nos olvidamos de algo tan sencillo como permitirnos un espacio para pensar, mantener un diálogo con nosotros mismos y escribir posibles soluciones.

Esto nos ayudará a distinguir entre:

  1. Aspectos que puedo resolver (QUE CONTROLO): La mayor parte de situaciones tienen una parte que depende de nosotros, y que podemos       trabajar para resolver. Por ejemplo, si nos sentimos molestos con alguien podemos hacer cosas para expresarnos, negociar o mejorar la relación. Si estamos preocupados porque no nos salga bien una presentación en público, podemos apuntarnos a un curso de habilidades sociales y/o estudiar con tiempo el texto.
  2. Aspectos que NO puedo resolver (QUE NO CONTROLO): En muchas situaciones también hay aspectos que no controlamos y que no dependen de nosotros. Por ejemplo, preocuparse del qué pensarán los demás, de las “cosas negativas” que puedan suceder en un futuro, de que los demás cambien, etc. Todo ello son aspectos que prácticamente no dependen de nosotros y sobre los que tendremos una repercusión mínima.

Si nos resistimos a aceptar esta realidad, sin duda sufriremos.

Está comprobado que las personas más prácticas y dirigidas a actuar, están más satisfechas y felices consigo mismas. Éstas aceptan lo que no pueden cambiar y trabajan por aquellos aspectos que sí. Pasan más tiempo actuando que pensando, porque ponen orden a sus preocupaciones y deciden abordarlas de una en una, de manera pausada.

Y es que en el momento en que actuamos, la preocupación deja de cobrar tanta importancia. Pasamos de estar centrados en nuestra mente a vivir el presente.

Es por ello que, ¡Os animo a todos a mantener una actitud activa ante las preocupaciones!

Raquel Ballesteros, 2010@