Vivir en el presente (I)
Este primer artículo más teórico y divulgativo y el próximo, en el que facilitaré algunos pasos más concretos y prácticos que nos pueden ayudar a vivir el presente.
Y es que, ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido repasando la lista de la compra mientras estamos haciendo deporte? ¿O pensando en lo que haríamos después, mientras estamos en el cine? ¿O en lo que diríamos, justo en el momento en que el otro finalizara su frase?
Y ¡qué relajante podría llegar a ser concentrarnos plenamente en la película!, ¡observar todo lo que nos rodea!, ¡escuchar atentamente y poder responder de manera espontánea!. Y en definitiva, usar todos y cada uno de nuestros sentidos (olfato, oído, tacto, gusto, vista). Sentidos que a menudo olvidamos.
En definitiva, eso sería vivir el presente. Pero ciertamente, una de nuestras principales fuentes de insatisfacción viene precisamente de nuestra dificultad por vivir y experimentar lo que nos sucede en el momento preciso.
Si nos fijamos en los animales y observamos como se mueven, como juegan, exploran el entorno, veremos que sin duda son más libres y espontáneos que nosotros. Están viviendo, están experimentando. Lo mismo pasa con los niños más pequeños.
Y la principal razón es que no poseen aún la capacidad para pensar, para preocuparse, para juzgarse y controlar sus movimientos, para anticipar el futuro o para interpretar las situaciones. No se cuestionan las cosas, simplemente las VIVEN.
Y con ello, no queremos decir que debamos “dejar de pensar” y actuar como animales, porque a nuestra capacidad de juicio y pensamiento le debemos todos los avances de nuestra sociedad. Sin embargo, sí que desde un punto de vista psicológico proponemos que usemos el pensamiento para lo justo y necesario. Y es que a menudo desgastamos gran parte de nuestro tiempo y energía pensando, cuando seríamos más resolutivos y eficaces si planificásemos de manera concreta, determinando acciones específicas y planteando soluciones prácticas que se pudieran aplicar en el presente. Y el resto del tiempo nos permitiéramos disfrutar de este proceso, sin cuestionárnoslo.
Pero actuar implica riesgos y eso a menudo nos asusta. Nuestro excesiva y a veces “insana” costumbre de planificar, controlar el tiempo y el miedo a equivocarnos o a decidir erróneamente no nos permiten relajarnos. Sin embargo, paradójicamente, no vivir el presente provoca que pasemos por alto muchas cosas importantes y significativas, que no prestemos atención a lo esencial y que vivamos de modo “reactivo” en lugar de “proactivo”.
Eckhart Tolle ha popularizado todos estos principios en sus magníficos libros acerca de “El poder del Ahora”. Selecciono un pequeño párrafo para terminar, que es ilustrativo y que explica cómo nuestra mente tiene tendencia en dispersarse y a centrarse en aspectos de nuestra realidad que aún no están presentes o que no podemos controlar:
“Inconscientemente, a la mente le encantan los problemas porque le dan cierta identidad. Es algo normal y es una locura. Tener un problema significa dar mentalmente vueltas a una situación sin tener verdadera intención o posibilidad de hacer algo al respecto ahora. Inconscientemente estás haciendo del problema parte de tu identidad. Acabas por sentirte tan agobiado por tu situación de vida que pierdes la sensación de la vida, del ser. O llevas en tu mente la pesada carga de un centenar de cosas que tendrás que hacer en el futuro, en lugar de centrar tu atención en lo único que puedes hacer AHORA”.
Raquel Ballesteros, 2010 ©