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Confinamiento y convivencia familiar durante el COVID

Estos días de confinamiento están poniendo muy a prueba nuestras relaciones de pareja, familiares, con las personas con las que convivimos. 

Para aquellas personas que trabajan desde casa o que no están trabajando, nunca antes habíamos tenido una exposición tan continuada e intensa dentro del hogar. Y al igual que con las emociones (cuando permanecemos mucho tiempo con ellas), esto puede ser una gran oportunidad de cambio y transformación o puede llevarnos a alimentar viejos patrones, repetitivos e inútiles. Todo depende de la actitud con la que lo hagamos, ya que:

  • Una falta de habilidades sociales y emocionales pueden afectar al vínculo, generando estancamiento y alimentando los hábitos que refuerzan los problemas que ya existían de fondo.
  • Sin embargo, una cierta capacidad de autocrítica e inteligencia emocional, puede hacer que este tiempo extenso permita un acercamiento mucho más profundo y calmado. Dando el tiempo necesario para que observemos con más detalle las necesidades mutuas y podamos negociar y planear soluciones a corto-medio y largo plazo que en nuestro día a día no se hubieran tomado.

La habituación a una situación vital difícil es el primer paso para aceptarla y posteriormente buscar nuevas maneras de vivirla. Pero si solo nos quedamos con el hábito y no atendemos a la necesidad de cambio (en ocasiones urgente), nada se transformará.

¿Por dónde empezar?

Podemos hacer revisión y darnos permiso para explorar en nosotros/as y en nuestra relación, ahora que tenemos el tiempo y la oportunidad de hacerlo.

Estos días te ofreceré con más detalle en vídeos y otros artículos, herramientas útiles y prácticas para mejorar la convivencia y las habilidades sociales y emocionales contigo mismo/a y con el otro/a. Mientras tanto aquí quiero dejarte algunas ideas iniciales:

  • Establece pactos de convivencia en lo práctico. Aquí te dejo una lista de distribución de tareas domésticas basada en las preferencias personales. De este modo elegimos basándonos en nuestras necesidades.
  • Habla desde cómo te sientes y qué necesitas y propón una solución muy concreta (en lugar de usar juicios de valor tipo “esto lo haces mal”, “eres un desastre”, es preferible decir por ejemplo «me siento cansado/a, necesito orden. Me gustaría acordar una hora para organizar las tareas).
  • Comparte momentos de placer con tu pareja, familia, etc. Planea actividades acordadas mútuamente que os satisfagan. Obvio, pero a veces nos olvidamos.
  • Entabla conversaciones necesarias. Aborda aquellos «asuntos» que han quedado pendientes y que tú y la otra parte os veis preparado/as para afrontar.
  • Date espacios a solas para ti. Si la casa es muy pequeña encuentra tu rincón o «espacio sagrado».
  • Usa la comunicación no violenta y asertiva.

¿Cuál es tu papel en todo esto?

Cuando no podemos digerir o gestionar lo que nos sucede internamente o tenemos dificultad para abordar ciertos aspectos pasados o presentes, a menudo hacemos lo que en psicología se llama «transferencia», que consiste  en proyectar nuestras emociones y reacciones en el/la otro/a.

De este modo descargamos lo que en ese momento somos incapaces de resolver internamente, desplazando el foco de atención a través de la culpabilización, el victimismo, el conflicto o la evasión. Porque mirar dentro, duele. Y posiblemente nunca antes habíamos estado tan expuestos/as a nosotros/as mismos/as.

Si el diálogo con nosotros/as mismos/as no funciona, tampoco va a funcionar con la otra persona. Por lo que, en la medida que individualmente tenemos un buen equilibrio emocional y sabemos generarnos hábitos sanos y  ocuparnos de nuestras emociones, sin duda la convivencia será más fácil. 

🔸 RAQUEL BALLESTEROS- PSICOLOGÍA INTEGRATIVA Y COACHING- SESIONES PRESENCIALES Y GRUPALES.